¿Cómo medir la productividad de un país o una empresa?
Medir la productividad va más allá de la capacidad que tienen los trabajadores de producir bienes y servicios. Hay muchos más factores para tener en cuenta.
Jose E. Gomez Gonzalez * y Jacobo Campo Robledo **
Las medidas de productividad y su importancia
Las medidas de productividad son herramientas fundamentales en la gestión empresarial y económica, ya que permiten evaluar la eficiencia y eficacia de los recursos utilizados en la producción de bienes y/o servicios.
Estas medidas suelen expresarse como la relación entre la producción obtenida y los recursos empleados, pudiendo referirse a la productividad total de los factores, o la productividad específica de un recurso en particular, como el trabajo, la energía o el capital.
La importancia de estas medidas abarca tanto perspectivas macroeconómicas como microeconómicas. Por su parte, los gobiernos y los analistas económicos utilizan las medidas de productividad para evaluar el crecimiento económico de un país, realizar ajustes del salario mínimo, identificar posibles desequilibrios y formular políticas que promuevan un desarrollo sostenible.
Por otro lado, a nivel empresarial, las organizaciones buscan mejorar su competitividad y rentabilidad optimizando sus procesos productivos, lo cual requiere una comprensión detallada de cómo se utilizan los recursos y cómo influyen en la producción final. Medir la productividad de los factores, especialmente del trabajo, es entonces algo fundamental.
La forma innata de concebir cómo medirla es mediante una relación entre la producción de bienes físicos y el uso de insumos para producirlos. Esta percepción es el punto de partida tradicional para medir la productividad.
De hecho, parece muy natural medir la productividad del trabajo, por ejemplo, como el número de unidades de producto generadas por hora de trabajo, cuando se habla de la producción de un único bien físico y homogéneo, como lápices estándar de mina número dos.
"la globalización y otros factores afectan el poder de mercado de las firmas a lo largo del tiempo. Decisiones políticas sobre procesos de apertura económica y financiera, por ejemplo, afectan el poder de mercado de las empresas en un país y, de esa manera, afectan la capacidad que estas tienen de fijar precios en los mercados locales y, por lo tanto, el valor agregado que generan."
Así, cuando los trabajadores que los producen ganan experticia y son capaces de producir un mayor número de estos lápices por hora trabajada, decimos sin problema que la productividad del trabajo empeñado en tal tarea se incrementó.
Foto: Alcaldía de Medellín - Todo lo que afecte el valor agregado en pesos afecta el cálculo de la productividad. Por ejemplo, pese a que los trabajadores generen la misma cantidad de un producto por hora trabajada, cuando se disminuye la demanda, se disminuye la productividad.
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Las limitaciones
Sin embargo, la medición de la productividad del trabajo, que en el ejemplo anterior sonaba tan simple, se complica mucho en la vida real, donde distintas empresas producen distintos bienes, usando distintas tecnologías que, a su vez, cambian en el tiempo a medida que se va adquiriendo conocimiento y se va innovando, donde los bienes producidos no son homogéneos, puesto que tienen distintas calidades y cualidades, y donde, además, la producción incluye servicios y bienes con distintas características de tangibilidad.
En otras palabras, para ofrecer un análisis útil sobre la productividad comparada de distintos tipos de empresas, no se puede equiparar la producción de mil lápices de mina número dos con la de un edificio de apartamentos para determinar cuál empleó menos horas de trabajo y, por ende, fue «más productiva».
Para llevar a cabo la comparación de manera adecuada, es necesario convertir el numerador del cociente de una medida física (unidades de bienes) a una monetaria, usualmente el valor adicionado en pesos por la actividad productiva, que es básicamente el precio de venta del producto menos los insumos adquiridos.
Con el valor del numerador en términos monetarios, en principio se puede comparar la productividad laboral entre diferentes empresas e industrias en términos del valor agregado en pesos generado por hora trabajada. Esta es, de hecho, la forma en que se calcula el Producto Interno Bruto (PIB) de un país y que permite la comparación entre distintos periodos de tiempo y entre distintos países.
Todo parece sencillo y razonable. Los mercados se encargan de determinar el valor en pesos de los distintos bienes y servicios, y dividiendo dicho numerador por el número de horas trabajadas se obtiene un cálculo de productividad laboral.
Sin embargo, en las discusiones sobre la evolución de la productividad y sobre cómo aumentarla en el tiempo, los economistas y analistas se centran casi por completo en cómo la tecnología, la inteligencia artificial, la educación, la capacitación y el mejoramiento de los procesos productivos pueden reducir el número de horas de trabajo requeridas para generar un producto o servicio determinado.
Pero el valor de un cociente depende tanto del numerador como del denominador. Y cuando se habla de productividad, generalmente se ignora el numerador. El problema que esto implica para el cálculo de la productividad se entiende mejor si se piensa primero en el caso de una empresa.
El valor agregado en pesos que una empresa genera se ve directamente afectado por los precios de mercado de los bienes y servicios que produce y también por el precio de mercado de los insumos que usa en la producción. Unos y otros dependen, a su vez, de varios factores, como el poder de mercado de la empresa, la tasa de cambio y el precio de los bienes básicos, entre otros factores.
El poder de mercado de la empresa está estrechamente ligado a la dinámica competitiva de la industria a la que pertenece y a las decisiones estratégicas que toma. También a las decisiones de política pública de los gobiernos. Cualquier cambio en estos factores afecta las medidas convencionales de productividad.
Ahora, si esto mismo se lleva al agregado de la economía, las complicaciones del cálculo y los posibles errores de medición se aumentan, debido a las dificultades inherentes de tener empresas disímiles, produciendo bienes y servicios diferentes, con distinto poder de mercado y que utilizan tecnologías distintas.
Todo lo que afecte el valor agregado en pesos afecta el cálculo de la productividad, como por ejemplo, los ciclos económicos. El valor de mercado de los bienes y servicios depende la interacción entre oferta y demanda.
"para ofrecer un análisis útil sobre la productividad comparada de distintos tipos de empresas, no se puede equiparar la producción de mil lápices de mina número dos con la de un edificio de apartamentos para determinar cuál empleó menos horas de trabajo y, por ende, fue «más productiva»."
Cuando la demanda cae, así la gente trabajadora siga teniendo la misma capacidad de generar la misma cantidad de producto por hora trabajada, la caída del precio de los bienes y servicios en el mercado lleva a que las medidas tradicionales marquen la reducción de la productividad del trabajo.
Lo mismo ocurre con los movimientos en la tasa de cambio, especialmente en un mundo globalizado en el cual los bienes y servicios se transan internacionalmente con la facilidad de un clic en el ordenador o el teléfono celular.
Así mismo, la globalización y otros factores afectan el poder de mercado de las firmas a lo largo del tiempo. Decisiones políticas sobre procesos de apertura económica y financiera, por ejemplo, afectan el poder de mercado de las empresas en un país y, de esa manera, afectan la capacidad que estas tienen de fijar precios en los mercados locales y, por lo tanto, el valor agregado que generan. Así, en últimas, se afectan también las medidas de productividad aún en situaciones en las que la capacidad productiva de los trabajadores se vea inalterada.
Otro ejemplo sería un cambio en los precios del petróleo, ya sea positivo o negativo, que afecta la demanda y, por ende, puede dar la ilusión de un aumento o disminución en la productividad de los factores, especialmente del trabajo, cuando en realidad no es el caso.
Así, los movimientos en el precio del petróleo, que suelen ser pronunciados y frecuentes, afectan las medidas tradicionales de productividad por el efecto que tienen sobre la demanda agregada en el país, sin afectar la capacidad que tiene un trabajador de generar un bien o servicio por cada hora trabajada.
Los cambios en la calidad de los productos también son importantes y no es fácil capturarlos en las medidas de productividad de manera adecuada. La forma en que los economistas “controlan” por este tipo de efectos es realizando ajustes hedónicos, que consisten en tomar el precio de un bien, por ejemplo, un teléfono celular, y ajustarlo para tener en cuenta los cambios de calidad.
Pero es difícil pensar que se pueda ajustar el valor de los bienes producidos por toda la economía con precisión, basándose en su “valor real” en lugar de su precio de mercado. En estos casos también habría cabida para errores de medida en los cambios en la productividad.
Dadas las limitaciones que tienen las medidas tradicionales de productividad y su utilización como factor determinante de decisiones de política como el ajuste del salario mínimo, debe ser tomada con prudencia al tiempo que se consideren otros factores en dichas decisiones.
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*Este artículo hace parte de la alianza entre Razón Pública y la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas son responsabilidad de los autores.
Fuente:
Razonpublica